Corriendo con sus pies sin dedos
Aplaudiendo con sus manos rígidas
Sonriendo perennemente
Las muñecas juegan a las escondidas.
Dónde te has metido, muñequita de porcelana
Con tu vestido hecho a mano
Con tus zapatos negros bien pulidos
Con tu cabello color chocolate amargo.
Buscándote estoy y no te encuentro
Deja de esconderte ya, muñeca hermosa
Ven aquí y te leeré un cuento
Sobre una verdad muy famosa.
Erase una vez una muñeca como tú
Con sus cabellos color caramelo y ojos pintados de azul
Era hermosa, sin duda, con sus largos vestidos de seda
Toda una piedra preciosa, algo que cualquiera quisiera.
Ella gustaba de jugar en el jardín, entre las flores
Siempre cantando alegre y risueña
En un lugar donde con el sol corretea
Y mientras baila la luna, ella sueña.
Sin embargo un día, mientras por el jardín corría
Una sombra cubrió su camino de súbito, sin previo aviso
Ella miró hacia arriba, buscando eso que le tapaba el sol
Y le vio allí de pie, hermoso, perfecto, como un ángel con alas tornasol.
Se arrodilló junto a ella y le susurró palabras al oído
Dijo comprenderla perfectamente, como nunca nadie le había entendido
Le ofreció cuanto pudo, joyas, vestidos, zapatos, todo lujo
Pero ella se negó a su ofrecimiento diciendo:
“Ni joyas ni bellos trajes quiero yo
Mi soledad no se paga con materiales
Quiero la compañía de alguien a mi lado
Quiero el cariño de alguien especial
De alguien que no se vaya jamás”
Él le sonrió y le tendió su mano
Permitiéndole subirse sobre ésta
La llevó dentro de casa, a su palacio
Y allí la consintió como a una reina.
Jamás se apartó de ella
Y ella le amaba como a nadie
Él era como su salvador, como su ángel
Y ella para él, una princesa.
La muñeca vivía feliz en su casita de madera
Dentro de la habitación del joven galán
Veía el sol salir cada mañana
Y ocultarse antes de irse a acostar
Todo era como un sueño, una fantasía
Como vivir en un país de maravillas
Siempre estaba feliz, siempre reía
Porque estaba junto a alguien que le quería.
Pero un día todo se hizo polvo
Todo volvió a sentirse solo
Ese día maldito en el que el joven contento a casa llegó
Con una noticia entre manos, algo que ella jamás esperó.
“¡Estoy enamorado, enamorado!” gritaba de felicidad
Cogiendo a su muñeca entre brazos y abrazándola, fraternal
Ella le miraba sin entender, sin saber de qué hablaba
Hasta que él la dejó sobre la mesa y se sentó, a explicarle qué pasaba.
“Conocí a una mujer maravillosa, perfecta como ninguna
Con ojos profundos y verdes, ¡y piel blanca como la espuma!
Mañana iré a pedir su mano, la quiero como esposa a mi lado
Es magnífica, ideal, justo a quien estaba esperando.
La muñequita sintió un fuerte dolor en el pecho
Un vacío indescriptible, terrible
Su joven se había enamorado de otra, no de ella
Le había dejado de lado, sola, indefensa.
“¿Qué tiene ella que a mí me falte?
¡Mis ojos son azules, como el mar, como el cielo!
Mi piel es más blanca que los rayos que da la luna
¡Y mi cabello brillante del color del caramelo!
El joven le miraba con ternura
Encantado con la actitud de la muñeca
Se inclinó hacia ella y besó su cabeza
Dedicándole una sonrisa cargada de dulzura.
“Pequeña mía, perdóname por todo esto
Pero creo que te has enamorado de quien no debías
De verdad, nunca fue mi intención que lo hicieras
Jamás pude darme cuenta de lo que sentías”.
Ella jamás pudo llorar, de sus ojos no brotaban lágrimas
Sus piernas se volvieron suaves, sin poder sostenerla
Sus brazos perdieron fuerza y sus ojos brillo
Justo en el momento en el que su corazón se resquebrajó a la mitad por el dolor.
Y él jamás logró quitarse la culpa de encima
La culpa de verla muerta y todo por su causa
Por no saber mirar más allá de lo que veía
Por no escuchar más allá del silencio.
Y así la muñeca pensada princesa murió de dolor
Murió con el corazón destrozado de desamor
Sin poder hablar ni gritar, ni siquiera llorar
Después de haber aprendido a amar de verdad
Se quedó vacía, hueca
Muerta, en la entrada de su casita de muñecas.
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