miércoles, 5 de enero de 2011

Oh My Gosh

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Título: Oh My Gosh
Género: Relación hetero.
Rating: +16
Autor: Kim Yura Blackheart (KYBH)

Oh My Gosh

Aquél concierto terminó justo a la hora, había sido el primero en aquél lugar, así que la emoción que desprendía cada integrante del joven grupo, no era normal. Los bailarines descansaban también, todos comentando la fabulosa actuación de la noche.

- Estoy convencido del gran éxito de este concierto, ¡fue asombroso!

- Creo que todos dieron lo mejor de sí, estoy muy contento con el resultado.

- Hyung, buen trabajo con tu solo, has matado de un infarto a media población de Shawols.

- Gracias Taemin, eres muy dulce.

Key echó a reír junto con Jonghyun, quién señalaba el puchero del menor ante las palabras del otro. Onew sólo se enfocaba en mirarlos divertido, riendo por lo bajo.

- ¡Antipático!- exclamó Taemin.

- No es antipatía, sólo digo lo cierto- contestó Minho, acomodándose la camisa.

El menor le lanzó un cojín en la cabeza al mayor y éste cerró los ojos un momento, suspirando derrotado y negando con la cabeza. Se giró hacia su compañero y éste adoptó una postura defensiva ante cualquier movimiento del otro, pero éste sólo lo abrazó suavemente, estrechándolo contra su pecho.

- Lo siento, dongsaeng, no era mi intención tratarte así- susurró.

Se separó de él y sonrió débilmente, alborotándole el cabello un poco. Se despidió con la mano del resto y salió de la habitación, taciturno y con sus cosas al hombro.

- Está triste, se nota- dijo Jonghyun.

- Es porque ella no ha venido- contestó Onew, sentándose en el sofá.

- Si, pero mi novia tampoco ha venido hoy, no es motivo para…

- Al menos la tuya dijo por qué no vendría, la de él iba a venir hasta el último momento- intercedió Key.

- Tienes razón… ¿hacemos algo para animarlo?

- Buscarla a ella sería lo único que resultaría, ya saben cómo es.

Los otros tres asintieron con las palabras del menor y suspiraron casi a la vez. Era lógico preocuparse por su amigo, aunque estaban claros que, aunque quisieran, no podrían hacer nada por él.

El alto y pelinegro joven caminaba por los pasillos de aquél lugar, todo estaba en penumbra a esas horas, la mayoría de los bailarines ya se habían ido. Se dirigía al armario donde solían guardar las mochilas con sus cosas, recogería todo y se largaría a casa. Estaba ya de muy mal humor. Su “novia” no había asistido a tan importante ocasión, a pesar de haberle dicho que iría.

- Si tan sólo me hubiese llamado… no me cabrearía tanto… no vale mandarme un mensaje diciendo que no vendría, sin nada más… -murmuró para sí.

Llevaba el celular en una mano, releyendo las palabras “No iré al concierto” una y otra vez. De haber sido algo importante, le habría llamado. Habría llamado al manager y le habría dicho sus razones. Odiaba cuando hacía eso, se estaba cansando de ella.

Un repentino jalón en su brazo derecho le hizo salir de sus pensamientos, sintiéndose muy pronto acorralado por alguien, en un espacio pequeño y muy oscuro. Un armario.

- ¡¿Pero qué co…

Sus palabras fueron silenciadas por unos tibios y suaves labios que atraparon los suyos en un apasionado beso, y las mismas pronto fueron reemplazadas por un leve jadeo que dejó escapar al sentir una suave presión en su entrepierna.

- Mejor no hables, que no hay tiempo…

El susurro de terciopelo que llegó a sus oídos le embriagó de forma inmediata, entrecerrando levemente los ojos para poder mirarle, pero estaba demasiado oscuro. Un nuevo jadeo huyó de su garganta cuando la chica que ahora le acompañaba deslizó una de sus delgadas y frías manos en su pantalón, acariciando su miembro sobre la tela del bóxer. Su piel se erizó y buscó aferrarse con las manos a algo, pero detrás de sí sólo estaba la pared. Los mismos labios que le habían besado, se posaban ahora en su cuello, respirando agitadamente contra éste, haciéndole estremecer.

- Linda forma de quitarte una chaqueta- susurró ella contra su cuello, sonriendo levemente-. Me ha gustado mucho…

- ¿A-ah… si?... ¿P-por eso e-estás… aquí?

- Escúchate… casi no puedes hablar…

Presionó su entrepierna con la mano y soltó un gemido ahogado, haciéndola sonreír más. Retiró la mano rápidamente y dejó ambas sobre el pecho del chico, tomando la tela de su camisa con fuerza.

- ¿Sirve si lo intento con ésta?

No le dio tiempo a contestar. Enseguida escuchó la tela de su camisa rasgarse y sintió un leve frescor en su pecho, ahora descubierto. Pronto una mano abarcó en caricias todo el nuevo espacio, mientras la otra retomaba su trabajo en la entrepierna del joven, excitándole más con cada movimiento que hacía. Ella se encargaba de arrancarle suspiros al muchacho, mordiendo y succionando su cuello mientras con una mano jugaba con los pezones del chico, y con la otra acariciaba su ya erecto miembro.

- Hmm… ¿no te molesta el pantalón?

- … Mucho…

La chica sonrió de nuevo y se apegó más a él, desabotonando con una mano el pantalón del chico, sin abandonar su hombría con la otra. Minho sólo lograba jadear de placer, su cuerpo entero estaba entumecido por el juego de aquella muchacha, y no podía siquiera tocarla. Estaba completamente inmóvil.

- ¿Cuándo te unirás al juego?... ¿o quieres que te complazca solamente?...

El chico ahogó un gemido al sentir los suaves dedos de ella por su entrepierna, en contacto directo piel con piel. La mano libre de la chica seguía recorriendo su torso, en suaves caricias, palpando cada centímetro descubierto en su cuerpo. Sus labios seguían rondando por su cuello, succionándole y mordiéndole de una forma que probablemente dejaría marcas visibles al día siguiente, pero que justo en ese momento no importaba en lo más mínimo.

- ¿P-por qué… haces… esto?- preguntó con un hilo de voz, seguido de un jadeo.

Sintió todo movimiento detenerse y unos ojos clavados en sí, pero seguía sin lograr ubicarlos. Un pesado suspiro escapó de los labios de su compañera, haciéndole ladea un poco la cabeza en su dirección.

- Mucho tiempo soportando las ganas…

- ¿Las ganas?

- De ser tuya… y que tú fueras mío… aunque sólo fuese por una noche.

Aquellas palabras activaron algo desconocido en la cabeza del joven. Era lo más bonito que había escuchado en todo el día, al menos a su parecer. Subió una mano hasta la altura de su nariz, dando con el rostro de la chica que tenía en frente. Deslizó suavemente la yema de sus dedos por la mejilla de ésta, sintiéndola aumentar de temperatura levemente.

- ¿Eso quieres?- preguntó en un susurro-. Si es así, entonces…

Fue bajando lentamente su mano por el cuerpo de la chica, acariciando su cuello y su costado, rozando levemente sus pechos, deteniéndose en su cadera. Llevó su otra mano al mismo punto, lado contrario, atrayéndola hacia sí, sintiéndole estremecer.

Pronto habían cambiado de lugar en aquél estrecho y oscuro armario. Minho acorralaba a su compañera en la pared frente a él, con el cuerpo muy cerca del suyo, acariciando sus caderas y ahogando gemidos entre besos, mientras ella continuaba con su labor en la erección del joven.

- No puedo… seguir así… -susurró él, entre jadeos.

Ella sólo asintió y bajó los bóxers del muchacho, liberando su erección de una prisión bastante calurosa. Él buscó a tientas el botón del pantalón de la chica, desabotonándolo de inmediato al encontrarlo, dejando caer la prenda al suelo junto a sus pies. La acercó más a sí, rozándole levemente con su erección en su entrepierna, haciéndola suspirar por lo bajo, aferrándose a su cabello con una mano y a su hombro con la otra.

La necesitaba, lo sabía, a esas alturas no iba a parar por poco moral que fuera todo aquello. Deslizó sus manos por las caderas de la chica, removiendo con inusitada destreza su ropa interior, relamiéndose al sentir el calor de su piel bajo sus manos. Su cuerpo le llamaba, casi le pedía a gritos una caricia, un roce, cualquier cosa, podía escucharle, estaba ahí, le hablaba desde dentro de su pecho. Sintió los brazos de la chica rodear su cuello y apegarse más a él, enredando los dedos en su cabello, subiendo una pierna hasta su cadera, rodeándole con ésta en un sensual movimiento que le produjo un estremecimiento y una sonrisa de medio lado. La tomó de las caderas y la levantó un poco, haciéndole rodearle con ambas piernas, pegándole de espaldas a la pared, rozando instintivamente su erección contra ella.

Un beso, justo en el momento adecuado, logró ahogar un largo y profundo gemido de ambos cuando el joven se introdujo en ella, lentamente, pero tan profundo como pudo. Su lengua jugaba ferozmente con la de la chica, recorriendo su boca en cada movimiento, abrazándole por la cintura y comenzando a moverse en su interior, despacio pero cuan profundo podía llegarle. La sentía arder, su estrechez le volvía loco, sentía que podía devorarla a besos, quería hacerle gritar de placer. Comenzó a moverse un poco más rápido, embistiéndole con fuerza, masajeando con una mano sus pechos, dejando a un lado el poco pudor que le quedaba, sintiéndole gemir en sus labios, en sus besos, estremeciéndose con sus uñas clavándose en su espalda. El ritmo de los dos iba en aumento, y no podía negar cuánto le gustaba. Ya daba igual dónde estuviese, quiénes estuviesen cerca, la hora que fuera o cualquier otra cosa, en el mundo sólo estaban ellos dos, devorándose el uno al otro entre besos de pasión desmedida sazonados con mordidas suaves y hondos gemidos mutuos. Sus caderas casi se movían solas contra las de la chica, embistiéndole cada vez más de prisa, más fuerte, más profundo, disfrutando del roce entre sus partes, la humedad y el calor abrasador en la cavidad de la chica, y su piel ardiente bajo sus manos temblorosas. Hubo un momento de vacío en el que ambas bocas se separaron y sólo se escuchó el choque de las partes de ambos, ni siquiera sus respiraciones. Los compañeros del muchacho pasaban por un lado, cotorreando en alto, armando escándalo. Sin embargo, Minho no se detuvo. Acudió feroz al cuello de su compañera, succionando su piel, pasándole luego la lengua al lugar. Ella ahogó un gemido en su hombro, mordiéndole con fuerza para no hacer ruido. Él apretó la mandíbula y cerró un ojo por el punzante dolor que eso le causó, pero ello no hizo más que incitarle a moverse más de prisa y con más fuerza en el interior de la chica, obligándola a ahogar sus gemidos en su boca con un nuevo beso. Justo en el momento en que los chicos se alejaron los suficiente, la muchacha se separó de sus labios y echó la cabeza hacia atrás, dejando escapar un gemido en alto, algo que llevaba atrapado en su pecho. Minho sonrió complacido y se abrazó a ella, acercándose a su pecho y besándole abiertamente, dejando un camino húmedo por toda la zona, mientras ella se abrazaba más a él, soltando gemidos sin pudor alguno mientras enredaba con desespero lo dedos en el cabello del chico.

Sintió un cosquilleo en su vientre y, entonces si, supo que no duraría mucho más. Volvió el ritmo de las embestidas frenético, insuperable, demasiado rápido siquiera para respirar. Le abrazó más y apoyó la frente en su hombro, sintiéndole moverse en conjunto con él, logrando entre ambos crear un delicioso movimiento de vaivén que los dejaba sin aliento, casi sin razón. Las uñas de la chica se hundían con fuerza en la piel de su espalda y su piel se erizaba con sólo rozarla, sus gemidos rebotaban con fuerza de las paredes, llenando sus oídos de las mieles del placer que le daba, haciéndole mantener igual de rápido y fuerte el ritmo, sin darse tiempo siquiera a pensarlo. Su límite estaba cerca, lo sentía casi a punto, sólo necesitaba un último empujón y llegaría.

Y lo tuvo. Justo cuando pensaba que no podría más, un alarido lleno de placer se dejó escuchar, proveniente de la garganta de la chica, y producido por una inigualable sensación al alcanzar el orgasmo. Gimió también al sentir su cavidad contraerse por el éxtasis, volviéndose repentinamente más caliente y húmeda. Se aferró a su cuerpo y continuó moviéndose, dando un par de embestidas más antes de soltar un hondo gemido, acompañado de una descarga de su esencia en el interior de la chica, que le hizo soltar un suave gemido en su oído. Una segunda descarga y sus rodillas temblaron, haciéndole apoyarse de la pared un poco, llegando finalmente al orgasmo, quedando unos segundos en blanco antes de echarse hacia atrás, apoyar la espalda de la pared y dejarse caer al suelo, jadeante y aún con su apasionada amante sobre su cuerpo. Una débil pero satisfecha sonrisa de dibujó en sus labios al sentirla abrazándole por el cuello. Él hizo lo propio, abrazándole a ella de la cintura, besando con suavidad su hombro perlado de sudor.

- Eso ha sido… indescriptible… -susurró contra su cabello, besándolo luego.

- Mucho… si…

La respiración de ambos, aunque dificultosa, iba al mismo ritmo, acompasados sus pechos que subían y bajaban a la par, el uno contra el otro. Estrechó más el abrazo, acariciando el cabello de la chica con suavidad, cerrando los ojos y respirando profundo para regular su pulso.

Cuando finalmente ambos estuvieron más calmados y en mejores condiciones de moverse, Minho salió con cuidado del interior de la chica, causando un jadeo mutuo que luego les hizo reír avergonzados, como tontos. Hizo práctica de su caballerosidad ayudándola a vestirse de nuevo, dejándola sentada en el suelo mientras de vestía él.

Listos los dos, la ayudó a ponerse en pie y sonrió al oscuro vacío, sabiendo que ella estaría haciendo lo mismo. Abrió con cuidado la puerta del armario y le dejó paso, saliendo tras ella y cerrando la puerta a su espalda. Su cabello castaño, aún húmedo de sudor, caía a mechones sobre su nuca y su frente, ondulándose en el fleco y la parte trasera. La piel tostada y brillante, también por el sudor, se veía casi exótica bajo las luces de neón del pasillo. Y los ojos marrones, redondos y expresivos, se clavaban en los suyos, haciéndole estremecer levemente. Ella sonrió levemente y se pasó una mano por el cabello, peinándolo hacia atrás un poco.

- Me voy ya- dijo de pronto.

- ¿Qué? ¿Te vas? Pero, no… no te vayas aún, vayamos a… cenar, o algo…

- No quiero el protocolo masculino para las citas, estoy perfecta así.

- Al menos dame alguna dirección en la que te pueda encontrar, un número o…

- Olvídalo, no haré eso.

- ¿Por qué no?

- Digamos que… no nos conviene.

- ¿No convenirnos?

- Ajá.

La chica se acercó velozmente a él, dándole un fugaz beso y dándose la vuelta para irse por el pasillo, a paso lento pero constante. Minho se quedó inmóvil, con los ojos clavados en su nuca, sin comprender muy bien de qué iba toda su locura.

- Al menos… dime tu nombre.

Su voz hizo eco en las paredes del recinto vacío, haciendo que la chica detuviese sus pasos y se girase un poco para mirarle de reojo. Sonreía.

- Kim… Kim SunMi… ya te he dicho bastante, quédate con eso.

Levantó una mano en el aire y la movió a modo de despedida, reanudando la marcha, alejándose cada vez más de él.

Minho se quedó un momento más así, mirándola alejarse hasta que dobló en una esquina y se perdió de vista. Bajó la mirada, aún conmocionado por la velocidad de todo, pero sonriendo como tonto al darse cuenta de algo.

Tenía su nombre

El resto, sería pan comido.

Echó a andar por el pasillo, en la misma dirección que ella, a grandes zancadas y con una sonrisa enorme en sus labios.

Su celular vibraba en su bolsillo. Su novia llamaba. O mejor dicho, su ex novia llamaba. Ahora, por cosas de la vida, no volvería a contestar una llamada suya de nuevo.

Después de todo, había más cosas en el mundo que valían más la pena.